lunes, octubre 23, 2006

diario de un indigente

Diario de un indigente
A parte de ex empresario, autor de un blog y fan de Diana Krall, Cluster es una persona sin hogar de Madrid. Durante una jornada me enseña los recursos visibles e insospechados que utiliza para sobrevivir y cómo se violan sus derechos.
Los náuticos de Pedro Cluster / OB Olga Berrios / Redacción (12/10/2006)
Hace unos días recibí un mensaje titulado “Excursión”. En él, Pedro Cluster me proponía acompañarle durante una jornada completa y visitar algunos de los rincones y recursos que más frecuentan las personas sin hogar de Madrid.

A parte de ex empresario y fan de Diana Krall, Pedro Cluster es el autor de la bitácora Indigencia, un sitio donde cuenta su propia experiencia y las historias de otros indigentes de las calles de Madrid.

Yo he publicado capítulo a capítulo esta experiencia de 24 horas en mi propio blog, La Broma.

En esta “excursión” he comprobado cómo las personas sin hogar sobreviven no sólo merced a una red pública y privada tradicional; sino que en muchas ocasiones hacen sus provisiones gracias a vecinos implicados, desechos y mucha habilidad.

Una red de ayuda y trampa

Cluster diseñó una ruta muy completa para visitar algunos lugares inverosímiles de “la red” que van desde rincones donde personajes excéntricos regalan un euro todos los días a comedores matasanos de santo y seña.

Por ejemplo, sabemos de albergues donde sus huéspedes afirman sufrir largas colitis porque les sirven comida caducada o donde los usuarios desconocen los requisitos para poder acceder a ellos

Sabemos de la descoordinación de los recursos, de cómo los fondos se disuelven en los intermediarios y no llegan a su fin o de cómo los estrictos horarios de albergues y comedores dificultan o imposibilitan que se pueda acceder a un puesto de trabajo.

Muchos de estos recursos están en el centro, otros en los barrios marginales y otros -para gran contraste plástico- en zonas de acaudalados vecinos. Debido a la lejanía entre ellos, quienes los utilizan se ven obligados a desplazarse andando o a colarse en el metro.

No es una opción

Pero la calle está llena de recursos tan invisibles como desconcertantes. Así conocemos a un señor que reparte miles de euros de moneda en moneda, nos cuentan cómo conseguir ocho cigarrillos, descubrimos el misterio de las cinco monedas de 20 céntimos, visitamos las habitaciones creadas en espacios públicos, aprendemos a informarnos en la calle o acabamos entendiendo desde cuántos ángulos se puede mirar la solidaridad.

Durante la ruta, nos han acompañado Gabriel, todo un señor de 63 años que –con tres carreras universitarias– ha dormido en un portal a -15º C; Isabel, una mujer que lleva 10 meses en la calle y anteriormente se dedicaba a un negocio de catering; o, “el Espía”, un antiguo repartidor que se ha echado una novia peruana por Internet.

Han sido muchas horas absorbiendo sus comentarios y sus opiniones. Apuntando cada detalle en una libreta.

Sin embargo, por mucho que trate de acercarme a su realidad, mi experiencia no será nunca como la de estar (y ser) en la calle.

No la afrontamos en condiciones de igualdad: falta la ruptura con lazos familiares y laborales, la inseguridad, el miedo a que te quiten hasta los zapatos, la herida, la desorientación, el pasar las horas… y sobre todo que, para mí, todo esto era una opción que acabó cuando decidí sacar las llaves de casa del bolsillo.

Más información:

24 horas con Pedro Cluster

Indigencia, el blog de Pedro Cluster
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