lunes, agosto 28, 2006

Elena, una voluntaria

Hola, Hola:

después de volver del campo de trabajo de Valsaín y sus montes (otro día lo contaré) he encontrado cómo Elena ha pasado parte de sus vacaciones:

Fuente Hacesfalta.org

Este año he repetido experiencia como voluntaria en el programa de vacaciones de la Asociación de Daño Cerebral Adquirido Atece-Bizkaia.

Esta asociación se dedica desde 1994 a la rehabilitación del daño cerebral adquirido en las áreas psicológica, pedagógica y logopédica. La atención se dedica tanto a los afectados como a las familias, así como a la sensibilización y divulgación.

En esta ocasión el programa tuvo lugar en Barcelona. Si igualmente memorable, sí que he de decir que no funcionó tan maravillosamente bien como el año pasado, pues este año el grupo era mayor así como el número de voluntarios, lo cual hizo inevitable, supongo, que se dieran algunas diferencias entre algunos puntos de vista sobre el modo de trabajo y sobre conceptos tan etéreos como la "solidaridad". Pero finalmente esos pequeños detalles empequeñecen todavía más y sobreviven los buenos momentos.

Visitamos la Sagrada Familia, el Pueblo Español, la Pedrera, el Museo del Chocolate (sin duda la visita más triunfal), y paseamos por las Ramblas y el centro de la ciudad. Pero en lugar de hablaros de cada una de esas visitas me vais a permitir que os hable únicamente de un momento que sin duda para mí fue el más especial.

J. es un chico joven con daño cerebral. Probablemente del grupo de jóvenes es el que físicamente más atención necesita. Va en silla de ruedas y las transferencias al baño o a la cama se convertían en todo un dispositivo entre varios de nosotros. J. es un chico superinteligente, lo mismo te habla (a través de un comunicador) en castellano, inglés o euskera, a mí, que soy manchega!!!

A J. en casa lo asean sus padres, pero algo tan trivial para nosotros como es una ducha, para él es todo un privilegio pues es todo un chicarrón del norte (es que te gustan mucho los pintxos, eh?), y normalmente se lo hacen en la cama. Pues bien, uno de los días le dimos una ducha en el albergue (ojalá se hubiera podido todos los días pero ya os digo que el dispositivo que montábamos era espectacular).

Lo tuvimos largo tiempo bajo el chorro de agua, nada de ducha rápida, por una vez que se podía había que aprovechar, y yo tuve el privilegio de lavarle la cabeza nada menos que con ese champú que te hace tener una experiencia orgánica (o eso dicen). Buen masaje capilar, más chorrete de agua, lavado del resto del cuerpo, y al terminar nuevo dispositivo para traspasarlo a la silla, un poquito de crema hidratante a la par que masajeo la espalda y traslado a la cama.

No quiero olvidar nunca su cara de satisfacción, su beso final de agradecimiento, su sonrisa que inspiraba paz. Mis ojos se vieron inundados de lágrimas, y si bien eso no es muy difícil en mí pues soy muy "blandica", sí que pido por igual no olvidar la sensación que recorrió mi cuerpo y mente en ese momento, y que por favor J. tampoco lo haga nunca. Si todo va bien el año que viene repetiremos esta gran experiencia. Tan grande como tú, J.

Muxuak.



¿Qué recomendaría a la gente que quiera tener una experiencia parecida? Sin dudarlo que se tiren a la piscina. El año pasado fue mi primera experiencia y asistí con multitud de miedos, pero con unas ganas increíbles. Fue tan maravilloso que este año he repetido y lo seguiré haciendo mientras mi tiempo me lo permita, porque aunque suene a topicazo es cierto que te llevas mucho más de lo que tú dejas.

Y, no sé en otras asociaciones, pero también es muy de agradecer el trato que recibimos los voluntarios en Atece, en este caso con la psicopedagoga MªJesús que es la que se dedica a los viajes, y que para mí es como el Gran Libro de Petete hecha mujer, de la que es un placer absorber toda su sabiduría.

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